Terapia Infanto Juvenil: el cuidado emocional de nuestros hijos

Criar no es fácil. A veces, sentimos que nuestros hijos cambian, se cierran o se desbordan y no sabemos cómo llegar a ellos. Nos preguntamos si es parte del crecimiento o si hay algo más profundo que necesita atención. La verdad es que la infancia y la adolescencia también duelen, confunden, angustian. Y también merecen ser acompañadas con respeto y cuidado emocional.
No es solo una etapa, es un llamado a mirar con más amor

Desde la psicología infanto juvenil, entendemos que niños y adolescentes no siempre pueden poner en palabras lo que sienten, pero sí lo expresan en su conducta, en su cuerpo, en su forma de relacionarse. Por eso, la terapia en estas etapas no es exageración ni último recurso. Es prevención, contención y una oportunidad para crecer en un entorno más seguro, para ellos y para sus familias.

¿Qué es la terapia infanto juvenil?

La terapia infanto juvenil es un proceso psicoterapéutico diseñado específicamente para niños, niñas y adolescentes. Su objetivo es crear un espacio donde puedan expresar lo que sienten, procesar sus experiencias y aprender herramientas emocionales para enfrentar los desafíos de su desarrollo.

A diferencia de la terapia para adultos, este enfoque se adapta a la etapa evolutiva de cada menor. El juego, el dibujo, la música y la creatividad son algunas de las vías de expresión que se utilizan para comprender su mundo interno cuando las palabras aún no alcanzan.

¿Por qué es tan importante el acompañamiento emocional en estas edades?

La infancia y la adolescencia son momentos clave para el desarrollo psicológico. Lo que se experimenta en estos años puede influir profundamente en la autoestima, las relaciones y la salud mental adulta. Por eso, intervenir a tiempo no solo mejora el presente, también protege el futuro.
La terapia ayuda a que chicos y chicas:
• Reconozcan y expresen sus emociones sin miedo.
• Desarrollen estrategias para manejar la ansiedad, la tristeza o el enojo.
• Fortalezcan su autoestima.
• Mejores sus vínculos con padres, docentes y pares.
• Encuentren un espacio de confianza y validación, más allá del entorno familiar.

¿Cómo es el proceso terapéutico?

1. Evaluación inicial y vínculo con la familia
Se realiza una primera entrevista con los padres o cuidadores. Es un espacio para comprender el motivo de consulta, conocer el entorno familiar, escolar y social del niño, y empezar a construir un puente de confianza.

2. Evaluación del menor
Se trabaja directamente con el niño o adolescente mediante juego, diálogo y pruebas específicas, siempre desde el respeto por su tiempo y su forma de comunicarse.

3. Devolución y psicoeducación a la familia
Se comparte con los adultos responsables una mirada profesional sobre lo observado y se acuerda un plan de trabajo. También se les ofrecen herramientas para acompañar en casa, mejorar la comunicación y fortalecer el vínculo.

4. Intervención terapéutica
Las sesiones pueden ser individuales, familiares o combinadas, según el caso. Se busca acompañar al menor a desarrollar habilidades emocionales, resolver conflictos internos y mejorar su bienestar.

¿Qué tipos de terapia existen?

Dependiendo de la edad, el tipo de dificultad y la personalidad del menor, se pueden utilizar distintas estrategias:
Terapia de juego: especialmente útil en la infancia. El niño proyecta en el juego sus emociones, conflictos y deseos.
Terapia cognitivo-conductual (TCC): ayuda a identificar pensamientos negativos y reemplazarlos por otros más funcionales. Muy efectiva en ansiedad, fobias,
autoestima y conducta.
Terapia dialéctico-conductual (DBT): indicada para adolescentes con dificultad para regular sus emociones, impulsos o vínculos.
Sandplay o juego con arena: permite expresar traumas o vivencias difíciles sin necesidad de verbalizarlas.
Terapia familiar sistémica: se trabaja con todo el núcleo familiar, observando cómo las dinámicas influyen en la conducta del niño.

Desmitificando la terapia para niños

Muchos padres sienten miedo o culpa al pensar en llevar a sus hijos a terapia. Escuchamos frases como:
“¿Y si lo trauma más?”
“¿Qué van a pensar los demás?”
“¿Será que estoy fallando como madre o padre?”

La realidad es que pedir ayuda no daña, sana. La terapia no etiqueta, acompaña. Y una familia que busca apoyo no es débil, es valiente.

¿Cuándo acudir a terapia?

Te sugiero consultar con un profesional de la psicología infantojuvenil si observas que tu hijo o hija:
• Tiene cambios bruscos de humor o conducta.
• Se aísla, está irritable o apático.
• Tiene dificultades para dormir o comer.
• Presenta regresiones (como mojar la cama, miedos intensos o habla infantilizada).
• Vive situaciones difíciles: separación de los padres, bullying, duelos, mudanzas, violencia.
• Muestra ansiedad, tristeza profunda o síntomas físicos sin causa médica aparente.
La terapia no es siempre la respuesta definitiva, pero sí una oportunidad de intervenir antes de que el malestar se cronifique.

Un cierre esperanzador: crecer acompañados

Si estás leyendo esto como mamá, papá o cuidador, quiero que sepas que no hay recetas mágicas ni padres perfectos. Lo que sí hay son caminos posibles para sostener emocionalmente a nuestros hijos… y también a nosotros mismos.
La terapia infanto juvenil no solo ayuda a los niños a sentirse mejor, también transforma la forma en que nos vinculamos con ellos. Nos permite mirar más allá del
síntoma, comprender lo que hay detrás de una conducta, y construir relaciones más profundas, amorosas y sanas.

Porque criar con consciencia no es tener todas las respuestas, es animarse a preguntar.

Porque pedir ayuda no es un signo de debilidad, es un acto de amor.

Gabriela

Fotografía de Gabriela Cartolari - Psicóloga Terapeuta

Como Psicóloga con más de 15 años de trayectoria en el campo de la salud mental, he tenido el privilegio de acompañar a numerosas personas en su camino hacia el bienestar emocional.

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